La participación de la población es una herramienta fundamental para la consolidación y preservación de la democracia. Por ello es que la vuelta a la participación de los jóvenes en la política es un hecho meramente positivo.
Durante tres décadas, se dejó librado al interés de unos pocos la conducción política del país, lo que nos llevó a una sangrienta dictadura, al neoliberalismo más cruel y, por consecuencia, a la grave crísis económica, política y social de 2001.
Hoy el contexto parece ser distinto. Hoy el Estado se encarga de asegurar la participación de mayorías y minorías en las decisiones que marcan el rumbo de la Nación. En la reapertura de ciertos espacios y la implementación de nuevas políticas, los jóvenes encontraron una conducción política con la que se identifican y la cual aseguran defender contra todo.
La juventud se destacó siempre por seguir ideas rupturistas, transgresoras y transformadoras, que rompen con los moldes de lo establecido, y parecen estar encontrando distintos espacios donde expresarlas y ponerlas en práctica.
Sería fundamental para que este fenómeno siga creciendo, no sólo la voluntad del Gobierno, sino que sería más necesario aun que ese espíritu "sententista" de estar, de militar, de querer cambiar las cosas, se contagie a todos los sectores, más allá de la bandera política que enarbolen.
Los jóvenes de hoy son los dirigentes del mañana, por lo que es necesario que sean conscientes de la realidad que los rodea, para que el día que les toque estar en la conducción del país, sigan cambiando el rumbo hacia un modelo inclusivo, que no ignore las necesidades de su sociedad e incluya y escuche todas las voces.
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